viernes, 17 de octubre de 2008

¿PARA QUÉ NOS LLAMA DIOS?


Objetivos:
a) Comprender el propósito eterno del llamado de Dios.
b) Conocer los siete aspectos del llamado eterno de Dios.

Texto base:
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. / Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” Romanos 8:29,30

1. Dios nos conoce desde siempre puesto que es nuestro Creador, como conoce un poeta sus poemas; como el novelista conoce cada personaje de sus novelas; como conoce el ingeniero la estructura, el funcionamiento y cada detalle de sus obras e inventos. Él nos conoce completamente, tanto física, psicológica y espiritualmente. Cada pensamiento, emoción, inclinación, debilidad y cualidades de los seres humanos, son conocidos por Dios. Nadie puede esconderse de Dios, el Todopoderoso Creador del universo. El conoce su estructura de personalidad y carácter, y sabía desde el principio de los tiempos, que usted habría de venir a Él, reconocer a Jesucristo y convertirse a Él.

2. Dios trazó nuestro destino. Nuestro Creador nos hizo libres para escoger entre el bien y el mal. Él sabía que algunos le seguiríamos y otros preferirían las cosas de este mundo. Es así que a los creyentes nos predestinó para pertenecerle a Él. La predestinación nuestra estuvo condicionada por lo que Él sabía que el hombre había de hacer en cuanto al evangelio debido a su libre albedrío. Dios escogió a los cristianos basado en algo que había en ellos, algo que Él sabía iban a hacer. De alguna manera, en los misterios de Dios, la predestinación trabaja mano a mano con una persona que es conducida por Dios (San Juan 6:44) y cree para su salvación (Romanos 1:16). Dios predestina a quien será salvado, y debemos elegir a Cristo para ser salvados. Ambos factores son igualmente verdaderos.

También puede entenderse este pasaje desde otro punto de vista. La Palabra dice “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para…” Está hablando exclusivamente de “los que antes conoció” o sea de los cristianos, de los que aceptarían Su mensaje. A ellos y no a los que no creyeron en Él, a ellos los “predestinó”, es decir trazó su destino. ¿Cuál es el destino de los discípulos de Jesucristo? Lo veremos en el próximo párrafo.

3. Dios nos está modelando a la imagen de Jesucristo. La meta que Dios tiene con nosotros es hacernos igual a Jesucristo, porque conformamos el Cuerpo de Cristo, ahora, Su Iglesia. Cada célula de este Cuerpo debe reunir todas las características del Señor, el cual es el Todo en todos. Esto significa que Dios quiere que tengamos las virtudes morales de Jesucristo: las tres teologales (fe, esperanza, amor) y las cuatro cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza); que vivamos el amor en sus nueve características (paciente, bondadoso, humilde, delicado, altruista, sereno, jovial, compasivo, magnánimo) y transitemos por el camino de las ocho bienaventuranzas (pobreza de espíritu, aflicción, mansedumbre, justicia, misericordia, pureza, paz, coherencia). Esta es la dimensión individual de Su obra en nosotros.

4. Dios nos da un Hermano Mayor como ejemplo y Modelo. Cristo es el Primogénito no en el sentido de ser el primero sino de ser el Único. Hemos sido llamados a negarnos a nosotros mismos para ser, más que “como Él”, parte de Él, Su Cuerpo. Formamos un solo Organismo con Jesucristo. Esta es la dimensión corporativa o colectiva de Su obra en nosotros.

5. Dios nos llamó a Su Reino. Nos llamó por medio del Espíritu Santo, mostrándonos la Persona de Cristo y Su sacrificio de amor en la cruz. Él nos llamó, no fue hombre ni organización quien nos llamó a Su Reino. Nos llamó, como lo tenía previsto desde siempre, por medio de la predicación de Su Palabra, porque “la fe viene del oír; y el oír, por medio de la Palabra de Dios.” (Romanos 10:17)

6. Dios nos justificó en Jesucristo. Cuando nos llamó, nos hizo “ver” al Crucificado, al que murió para darnos la salvación. Éramos personas desobedientes a Dios, que no hacíamos justicia ni cumplíamos la voluntad de Dios. Por medio del sacrificio de Jesucristo hemos sido perdonados, limpiados y reconciliados por Dios; es decir hemos sido hechos “justos”. Si usted se mira a sí mismo/a es probable que se vea como pecador/a, pero ahora Dios le ve como “justo/a”. Hemos sido justificados gracias a nuestro Salvador Jesucristo.

7. Dios nos glorificó junto con Su Hijo Jesucristo. Esto es un asunto de fe. Actualmente estamos todavía en el mundo y, a pesar que somos “nuevas criaturas”, conservamos la naturaleza humana caída. Pero por la Escritura sabemos que un día se manifestará quienes somos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. / Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. / Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:1-3). Desde el punto de vista de Dios, ya hemos sido glorificados, como lo demuestra la Palabra de Dios cuando dice: “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), / y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, / para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:5-7)

¡Qué maravilloso es el plan de Dios para los que le aman! Dios le conoció a usted antes que usted naciera, le predestinó para que fuese modelado a la imagen de Su Hijo, luego le llamó por Su Palabra, le justificó por medio del sacrificio de Jesucristo en la cruz, y finalmente le sentó en gloria con Él. ¿No es digno, nuestro Dios, de toda alabanza por tan perfecto y eterno propósito? Sí, Él le ha llamado a usted desde la eternidad, para ser ciudadano del Reino eterno de Dios.

PARA REFLEXIONAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué siente usted al escuchar que Dios le conoce desde siempre?
2) “Dios no predestina a todos a la salvación” ¿Qué opina usted de esta afirmación? Fundamente bíblicamente su respuesta.
3) ¿Qué aspectos de su persona aún falta ser transformados para parecerse más a Jesús?

miércoles, 20 de agosto de 2008

DIOS NOS LLAMA POR MEDIO DE JESUCRISTO.

Objetivos:
a) Comprender y experimentar el llamado de Dios en Jesucristo.
b) conocer a Jesucristo como el Verbo de Dios.

Texto base:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, / en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” Hebreos 1:1,2.


Alguien podrá preguntar ¿y cómo hace Dios el llamado? Dios te está llamando hoy a ti y a todo hombre, mujer y niño que no le reconocen como Salvador y Señor de sus vidas, para que se reconcilien con Él. Mas ¿cómo hará Él ese llamado?

El Creador del Universo no es indiferente a Su creación, como no lo es un artista a sus obras, un científico a sus descubrimientos y teorías, o un inventor a sus ingenios. Dios nos ha hecho con amor de Padre y está interesado en cada uno de nosotros, sus criaturas. Algunos prefieren decir “creaturas” para destacar que no nos hicimos por la casualidad ni nacimos de la nada, sino que fuimos creados por el Todopoderoso. Por esto es que la Palabra de Dios afirma que Dios ha hablado muchas veces y de muchas maneras a los seres humanos.

Es interesante enterarnos que nuestro Creador haya querido comunicarse con el ser humano y lo hiciera en muchas ocasiones. Los que provenimos de una cultura judeo-cristiana sabemos que Él se comunicó con Adán y Eva, con Caín y Abel, con Noé, con Abraham, con Moisés, los patriarcas y los profetas. Es probable que haya querido comunicarse con otras culturas, pero lo cierto es que escogió a Su arbitrio, no porque fueran mejores, al pueblo de Israel, para enseñar al hombre Su Verdad y el camino de Salvación.

El modo de comunicación que tuvo Dios o Jehová, en el Antiguo Testamento siempre fue por medio del lenguaje. Él dio al ser humano dos herramientas de comunicación imprescindibles: el lenguaje hablado y la escritura. Sin alguna de estas dos habría sido imposible enterarnos de Su Voluntad, no conoceríamos Su Ley ni el modo que Él estableció para nuestra salvación eterna. La escritura permitió desde muy temprano dejar registros de la comunicación de Dios con Sus mediadores. Gracias a la escritura es que hoy podemos contar con las Sagradas Escrituras, donde se compendia todo el pensamiento de Dios referente a lo que Él espera de nosotros, los seres humanos.

Dice la Biblia que en otro tiempo Él habló a los padres por los profetas, es decir que Él se dirigió a quienes nos antecedieron en la fe, por medio de hombres santos, consagrados a Dios y con una gran visión. La característica principal del profeta es que es un visionario, alguien capaz de ver espiritualmente el mundo sobrenatural y comunicarse con la Divinidad. Ser profeta es un don de Dios. En el antiguo Pacto hubo profetas, en el Nuevo Pacto también los hay, es uno de los cinco ministerios repartidos a la Iglesia. Pues bien, en la Antigüedad Dios habló a Su pueblo por medio de los profetas. A veces el pueblo de Dios obedeció pero muchas veces desobedeció y tuvo que pagar el precio de su infidelidad al Señor.

El libro de Hebreos declara que en estos últimos días, Él nos ha hablado por el Hijo. Ahora ha utilizado la voz profética de Su Hijo Jesucristo. En realidad Jesucristo es una de las tres Personas de Dios. Dios es Trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La segunda Persona de las Trinidad, Dios mismo, se hizo hombre y habitó entre nosotros para revelarnos al Padre y abrir un camino de salvación para los seres humanos. El apóstol Juan dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (San Juan 3:36) Nos relata acerca del encuentro del Maestro con la mujer samaritana junto al pozo como “Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. / Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” (San Juan 4:25,26) El mismo Jesucristo asegura: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (San Juan 5:24)

No rehúses creer en Jesucristo; Él es el Mesías prometido; escucha Sus palabras y cree en Dios, que le envió. Así podrás pasar de muerte espiritual a vida eternamente.

Finalmente, el texto declara que Jesucristo fue constituido por Dios el Padre, “heredero de todo”. Jesús es el Hijo Primogénito de Dios, por tanto es quien merece heredar todas las cosas. Todo el Universo le pertenece a Él. Necesitamos aprender a respetarlo como tal, el Heredero. La otra razón por la que Jesús el Cristo, debe ser Heredero de todo es que por medio de Él –lo revela Hebreos 1:2 –fue hecho el universo. Recordemos que San Juan presenta a Jesucristo como el Verbo de Dios, la Palabra que se hizo hombre; y al principio del Génesis se ve a Dios “hablando” u “ordenando” con Su Palabra que se haga cada cosa. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3). Cristo, la Palabra, ha hecho todas las cosas: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (San Juan 1:3), además: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” (San Juan 1:10).

Dios nos llama por medio de Jesucristo. Tal vez has escuchado a un predicador en la radio o en la televisión, has leído algún folleto u otra publicación cristiana, o alguna persona te ha hablado acerca de Dios. Has de saber que detrás de cada uno de estos medios está Dios, y más específicamente Jesucristo, el Logos de Dios, Su Palabra. Él es quien te llama hoy a servirle y amarle; Él, quien murió y resucitó por ti para darte salvación y vida eterna. Escucha y obedece Su llamado, el único que podrá hacerte completamente feliz.

PARA REFLEXIONAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Ha experimentado usted alguna vez el “llamado” de Dios?
2) Comente el significado que tiene hoy día el texto de Juan 1:10.
3) ¿Por qué es importante el llamado de Dios para usted y su familia?
4) ¿Qué relevancia tiene hacer hoy día el llamado del Señor a la gente?
5) ¿Se necesitan en estos tiempos personas que anuncien el llamado de Dios?

martes, 29 de julio de 2008

EL TRABAJO DEL HOMBRE


Objetivos:
a) Valorar el trabajo espiritual como un modo de acceder a la gracia de Dios.
b) Conocer y practicar los medios que conducen a disfrutar la gracia.
c) Comprender que Cristo ya hizo Su trabajo en la cruz, para nuestro beneficio.

Texto base:
“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” San Juan 6:27

Trabajar es importante. Todos necesitamos hacerlo para ganar nuestro sustento. Quien no trabaja, que no coma (2 Tesalonicenses 3:10), decía el apóstol Pablo, porque todos –es ley de la vida- necesitamos trabajar para ganarnos el pan. Éste es mucho más sabroso y satisfactorio si se obtiene con esfuerzo. Todas las personas valoran las cosas adquiridas con sacrificio. Muchas veces, cuando recibimos algo de regalo, nos alegramos pero no lo cuidamos tanto como cuando lo hemos adquirido con mucho esfuerzo. Si trabajamos tanto para obtener el sustento diario, los alimentos, la ropa, la casa, el agua, la luz eléctrica, la movilización, etc. ¿cuánto más no debemos trabajar por el alimento espiritual?

“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece” nos enseña Jesucristo. Él no está diciendo que usted no valore el quehacer laboral para dedicarse a lo religioso, sino que está enfatizando a través de estas palabras, el valor de buscar la espiritualidad. Todos necesitamos alimentar nuestra alma y espíritu, así como alimentamos y cuidamos el cuerpo. Pero la mayor parte del tiempo estamos más ocupados en dar satisfacción a nuestras necesidades básicas materiales que a aquellas de carácter espiritual. Usted y yo necesitamos alimentar nuestra alma con palabras sabias, palabras que nos conduzcan a la vida eterna, palabras inspiradas por Dios. Estas palabras las podemos encontrar en la lectura de las Sagradas Escrituras, en la enseñanza o sermón del ministro de Dios en la Iglesia y en los múltiples medios de difusión escrita y hablada del mensaje del Reino de Dios. Escuchar, leer, estudiar y reflexionar en la Palabra de Dios no es una pérdida de tiempo, ni holgazanería ni algo sin importancia; es un trabajo espiritual que usted puede hacer en casa, solo/a o guiado/a por un discípulo de Jesucristo preparado para esa tarea de tutoría o discipulado. Al hacer esto usted estará dando cumplimiento al versículo que analizamos, trabajando “por la comida que a vida eterna permanece”

Otro modo de obtener alimento para el alma, o sea ideas positivas, esperanza eterna, amor de Dios, consejo del Espíritu Santo, fuerza de lo alto y todo tipo de virtudes cristianas, es la práctica de la oración. Orar es algo tan sencillo como conversar con Dios. No requiere mayor ciencia que su disposición a entregar todos sus pensamientos a Él. La oración no es un monólogo ni la utilización de frases repetidas, sino que un diálogo con el Creador. Usted le expone sus anhelos, inquietudes, necesidades, alegrías y penas; y Él le responde en su alma, pone pensamientos en su corazón. Para conversar con Dios, también usted puede valerse a veces de Su Palabra, es decir leer con oración algún pasaje del Evangelio y conversarlo con Dios. Puede tomar como modelo sencillo de oración el Padre Nuestro y agregar a cada una de sus partes sus propios sentimientos. Personalmente acostumbro orar en este orden: 1. Alabo a Dios Trino por Su grandeza; 2. Doy gracias a Dios por sus beneficios; 3. Presento a Dios mis peticiones. A veces el Espíritu Santo nos conduce a pedir perdón, a hacer alguna oración especial por alguien o a leer determinado pasaje de la Biblia. En verdad no hay normas estrictas en esta comunión con el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo. Orar también es un trabajo que trae gran rentabilidad a nuestro espíritu.

En esta línea de pensamiento, usted ya comprenderá que hay otros medios de gracia que nos otorgan gran beneficio espiritual, como por ejemplo: asistir a la oración de la comunidad cristiana, ayudar a los necesitados, ofrendar para la obra de Dios, ayunar y anunciar el Evangelio. Todos ellos son trabajos que producirán vida en nosotros, no la vida biológica, sino la vida espiritual, la llamada vida eterna.

Pero es necesario precisar que nada de lo que hagamos tendrá valor y traerá verdadera bendición y vida eterna a nuestra vida cotidiana, si no está basado en la fe en Jesucristo. Sólo por la intervención del Hijo de Dios en la historia humana, es que estas acciones religiosas (lectura sagrada, oración, comunión con la Iglesia, obras de misericordia, ofrenda económica, ayuno, evangelización) cobran sentido y pueden producir frutos espirituales. De lo contrario estaríamos practicando una religión de obras y esfuerzos únicamente humanos. El texto dice: “Trabajad… por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará…” Jesucristo y nadie más fue designado por Dios para darnos ese alimento eterno. Él se presentó como “el pan vivo que descendió del cielo”, o sea un alimento sobrenatural que da vida eterna al ser humano (San Juan 6:51). Jesús no es solamente la comida espiritual, sino que también es quien la sirve. Él mismo es el servidor de ese alimento. Y la comida que Jesucristo da es: a) la salvación del alma, b) la sabiduría de Dios y c) la sanidad de toda enfermedad espiritual. De este modo, cada vez que estemos haciendo el trabajo espiritual, sea solos, con nuestros hermanos o guiados por un ministro de Dios, tomemos conciencia que hay Uno que es superior y guía ese trabajo: Jesucristo, el Hijo del Hombre a quien señaló Dios el Padre.

Para poder ocupar ese lugar de preponderancia, Jesucristo renunció a Su trono de gloria, se hizo humano siendo divino y eterno, nació de una mujer y se sometió a todas las limitaciones que implica ser hombre. Jesús, como ser humano, renunció a ocupar un lugar importante, como ser rey y tener poder temporal; entregó su vida y se dejó capturar, torturar, avasallar por sus enemigos. Como cordero, mudo, fue conducido a la cruz, no reclamó ni usó de su poder divino para vengarse, se entregó hasta la muerte. Por su santidad de vida y por su entrega incondicional a Dios, se hizo merecedor del lugar que hoy ocupa en la Creación y en la Iglesia: Él es el primogénito de toda creación, cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, el Señor y Cristo. Toda autoridad le ha sido dada en los cielos y en la tierra (Colosenses 1:18). Ciertamente Él ya hizo todo el trabajo que nosotros debíamos hacer, y hoy solamente disfrutamos del resultado de su trabajo en la cruz. Si trabajamos por la comida que a vida eterna permanece y obtenemos mucho fruto espiritual, no es porque seamos tan santos, buenos y efectivos, sino porque el Hijo de Dios fue Santo, Bueno y Eficiente en Su sacrificio. El sembró, regó, fructificó y multiplicó la vida eterna; nosotros tan sólo hemos sido enviados a cosechar el fruto de Su trabajo. “porque a éste señaló Dios el Padre.”

PARA REFLEXIONAR EN EL CENÁCULO:
1) Comparta con los demás hermanos del Cenáculo, los trabajos que usted ha realizado durante su vida.
2) ¿Tiene usted un plan para la lectura de la Biblia?
3) ¿En qué momento del día hace usted su oración personal diaria?
4) ¿Considera usted que las siguientes prácticas son importantes para el crecimiento cristiano individual y colectivo? Leer y estudiar la Biblia; hacer oración personal; asistir a la oración comunitaria; ayudar a los necesitados; ofrendar para la obra de Dios; tener un día de ayuno al mes; evangelizar.
5) ¿Cómo se puede aplicar esta Palabra “ Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” en los siguientes casos: a) cesantía; b) enfermedades que inhabilitan; c) personas llamadas al ministerio?
6) ¿Considera usted que el trabajo es una maldición o una bendición para el ser humano? Lea Génesis 1:28; 2:15; 3:17-19.

lunes, 24 de marzo de 2008

EL PAN DE VIDA

Objetivos:
a) Valorar al Señor Jesucristo como alimento espiritual diario e integral.
b) Comprender que Jesucristo es el Verbo de Dios; que nos imparte la Vida y mora en nosotros.
c) Comenzar a vivir la Presencia permanente de Jesús.

Texto base:
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” San Juan 6:35

El cuerpo humano necesita ser alimentado para poder ejercer todas sus funciones, de lo contrario se debilita, enferma y hasta puede morir. La alimentación es una de las preocupaciones mayores de toda sociedad e individuo, a tal punto que ocupa un lugar preponderante en nuestras oraciones: “dadnos el pan nuestro de cada día”. La humanidad aún no se organiza para alimentarse, coexisten la abundancia y la miseria, la buena mesa y la hambruna; mientras estamos satisfaciendo nuestro apetito con ricos platos, al otro lado del mundo miles están muriendo de inanición. Este aspecto de la alimentación humana y que preocupó a Jesús cuando dio de comer a la multitud, multiplicando una cesta de cinco panes y dos peces, es uno de los más preocupantes para todo cristiano y hombre de buen corazón. No podemos seguir permitiendo que suceda un desequilibrio y una injusticia así en el planeta.

Algo que debemos considerar en relación al tema de la alimentación es también el control de nuestros apetitos. La comida es para vivir y no al revés; hay quienes hacen del comer su razón de existencia y caen en el pecado de la gula. ¡Cuántas enfermedades resultan de los excesos en la alimentación! Hay actualmente pautas médicas y mucha información que nos permiten lograr una alimentación sana, adecuada a nuestro cuerpo, que sumada al ejercicio diario, el aire puro y una actitud positiva, nos pueden llevar por un camino de salud física y mental.

Pero no sólo el cuerpo necesita alimentarse. También el espíritu, si no es nutrido adecuadamente, se seca, se agobia, se cansa, se debilita y hasta se muere. El Maestro lo enseña en Su Palabra cuando dice “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Necesitamos alimentar el espíritu con la Palabra de Dios. ¿Qué tienen las palabras escritas en la Biblia de especial que dice esto Jesús de ellas? ¿Acaso no hay muchos otros libros inspirados? Los cristianos sabemos que la Biblia, escrita a través de varios siglos por diferentes hombres, es la Palabra revelada e inspirada por Dios[1]. Jesucristo dijo a propósito de sus palabras: “Mis palabras son espíritu y son vida”. En otra ocasión aseguró que escudriñando las escrituras encontramos la vida eterna. La misma Biblia da testimonio de sí misma cuando leemos en ella que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,/ a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16,17). Queda claro que el espíritu del ser humano tiene hambre de Dios y que esa hambre es calmada y satisfecha por la Palabra de Dios.

¿Qué quiere decir, entonces, Jesús cuando dice: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” Jesucristo se autodefine como Pan de vida, es decir una Persona que puede alimentar al hombre y darle Su propia vida. ¿Puede algún ser humano decir esto sin ser calificado de antropófago o algo parecido? Los humanos nos alimentamos de vegetales, carnes de animales y minerales; es nuestra alimentación normal. Plantear alimentarnos de otro ser humano es una locura y un delito. Indudable es que el Maestro quiere decir otra cosa con estas palabras. No se trata de una alimentación natural sino sobrenatural. Él está comparando Su camino con el proceso de alimentación biológica. Quien sigue a Jesucristo encontrará plena satisfacción a su hambre de Dios porque Jesús mismo será como un pan que le alimentará diariamente. ¿Recuerda usted cuando ha estado enamorado? ¿Acaso esa relación no le ha satisfecho tan plenamente que usted ni siquiera quería comer? Algo similar sucede con la relación espiritual con Jesucristo, quien le lleva en su corazón ha saciado su alma y sólo anhela más de Él. No nos podremos quejar más de hambre ni de sed espiritual porque en Jesucristo hemos sido saciados. Este texto más que hablar de la Eucaristía o Santa Cena, nos habla de la relación de dependencia que tiene el cristiano con su Señor, similar a la dependencia que tiene un bebé de su madre.

En el versículo analizado Jesús asegura y promete que sus discípulos jamás tendrán hambre ni sed. Se refiere a ser saciados por Su vida sobrenatural. ¿Cómo sucede esto? ¿Como puede Él alimentarnos y nosotros disfrutar de esa abundancia espiritual? De la siguiente forma y por las razones que ahora exponemos:

1) Jesús es la Palabra de Dios. Conocemos la voluntad y verdad de Dios a través de las Sagradas Escrituras, pero más evidente es esa Verdad al contemplar a Jesucristo. Él es la segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, que ha cumplido completamente la Palabra de Dios en su nacimiento, vida, muerte y resurrección. Por eso San Juan lo llama el Verbo de Dios. Él es la Palabra de Dios, es aquella palabra divina hecha Hombre; en Él se encarna toda la Verdad y el Amor de Dios. Todo lo que Jesucristo nos muestra en el Evangelio es la escritura vivida. Por lo tanto, si tenemos a Jesucristo en nosotros, tenemos la Palabra que nos da vida interior (San Juan 1:1-4).

2) Jesús nos imparte Su Vida sobrenatural. Cuando Jesús murió entregó su cuerpo de hombre en sacrificio pero liberó la vida Divina que en Él habitaba. Cada cristiano recibe esa vida sobrenatural por medio del bautismo del Espíritu Santo. Como el grano de trigo muere en la tierra para dar mucho fruto en una espiga con más granos, así fue necesario que muriera Jesús, para dar vida a muchos cristianos. Nosotros somos parte de esa espiga que resultó de la muerte de Jesucristo (San Juan 12:24). La vida natural (bíos) la recibimos de nuestros padres; la cual fue soplada en Adán cuando fue creado por Dios. Puesto que espiritualmente, después de la caída de Adán, estamos muertos en delitos y pecados, necesitamos recibir la vida sobrenatural (zoé), la cual es dada por Jesucristo en un nuevo nacimiento (San Juan 1:12,13). Él dice “Yo soy el pan de vida”.

3) Jesús mora en nosotros. Sabemos que el Espíritu Santo vive en cada cristiano, mas no todos saben y reconocen que Jesús vive en ellos, como espíritu vivificante (1 Corintios 15:45). Los apóstoles reconocían “Cristo vive en mi”; todo cristiano debe tomar conciencia de esta realidad, el mismo Jesús vive dentro de nosotros y desarrolla sus virtudes, sus obras y su capacidad generativa en mí (San Juan 14:19-23).

El Señor quiere ser tu alimento diario. Hoy Dios te está llamando a recibirle en tu interior, a nacer de nuevo, a desarrollar y hacer crecer tu fe, a vivir una vida nueva. Hoy está golpeando Jesucristo a las puertas de tu espíritu para entrar en él y desde allí gobernar y reinar en tu vida. Ábrele tu corazón y acógele como tu Señor. Nunca más se apartará de ti, nunca más estarás solo o sola, sino que Él será la Palabra viva que te alimente, te impartirá diariamente Su vida sobrenatural y morará en ti.

PARA REFLEXIONAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿De qué modo estoy ayudando a los hambrientos y pobres de mi entorno?
2) ¿Qué estoy haciendo para tener mi familia y yo, una alimentación adecuada?
3) ¿Con qué frecuencia leo la Palabra de Dios? ¿Satisface plenamente mi necesidad espiritual?
4) Aplique los diez mandamientos a Jesús y vea de qué manera los cumplió.
5) ¿Puede precisar usted la fecha de su nuevo nacimiento o cuando nació a la vida espiritual?
6) Haga una oración tomando conciencia de la Presencia de Jesucristo en su espíritu, dentro de usted.

[1] La Biblia fue escrita por 36 personas a lo menos, en el curso de unos 1600 años.

jueves, 28 de febrero de 2008

EL YUGO DE JESÚS

Objetivos:
-Aceptar el llamado de Dios en medio de las circunstancias difíciles.
-Aprender a practicar las diversas formas de acercarse a Dios para crecer espiritualmente.
-Diferenciar preocupaciones, enfermedades del alma y pecados; y la forma de superarlos.
-Visualizar el yugo de Cristo, valorando la mansedumbre y la humildad en el sendero cristiano.

Texto base:
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar./ Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;/ porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga"
San Mateo 11:28-29

El llamado de Dios es para todo ser humano sin excepción, pues Él no hace diferencia ni discrimina a nadie. Lamentablemente casi siempre nos acercamos a Él cuando estamos en problemas, cuando todos los recursos con que contamos ya se han agotado. Sin embargo Él no nos descarta ni rechaza por esto. Por el contrario, Dios nos llama más fuertemente cuando nos encontramos sumidos en el dolor.

Quizás su caso es éste: se encuentra en una situación límite en su vida y el Señor Jesucristo ha salido a su encuentro. Las palabras del Maestro que encabezan esta lección están dirigidas a usted. Es el llamado del Señor a su vida. Abra su corazón y su mente a estas palabras, aliméntese de ellas y verá como crecerá su fe y se ensanchará su espíritu.

"Venid a mí" dice el Señor. ¿Cómo podrá acercarse usted a Él? Sencillamente creyendo. Le sugerimos tres formas para comenzar:

1.- Orando. La oración es una sencilla, sincera y permanente conversación con Dios. No se requieren palabras especiales ni actitudes corporales determinadas. Utilice usted un lenguaje claro y directo con Dios. Llámelo por lo que es: Padre, Señor o Maestro. De acuerdo a la circunstancia y al lugar donde se encuentre usted, puede hacerlo sentado, de pie o arrodillado.

2.- Leyendo la Biblia. La lectura bíblica frecuente alimenta la mente con Su Verdad y transmite a nuestro espíritu Su Vida sobrenatural, nos llena de fe y esperanza en Él. La Biblia no es cualquier libro, es un libro sagrado que encierra la voluntad de Dios para el ser humano.

3.- Discipulándose. El discipulado es la guía o tutoría de un hermano mayor en la fe. Todo cristiano debe someterse al Señor. Esa actitud de sumisión se expresa en la sujeción a la Iglesia a través de un tutor que nos orienta, sana, enseña y ora con y por nosotros. Jesús formó discípulos para darles crecimiento. Nosotros crecemos cuando tenemos un tutor que cuida de nuestra vida espiritual.

¡Cuánta carga y trabajo llevamos en nuestra psiquis! El alma está cargada de problemas cuando Dios no ocupa un lugar preponderante en la vida de la persona. Las preocupaciones por trabajo, dinero, salud, hijos, cónyuge y todo lo que implica la vida práctica, son una pesada carga que muchas personas arrastran por la vida, les hacen perder la fuerza y no siempre saben sobrellevar. Pero también llevamos sobre los hombros, mejor dicho en nuestra conciencia, enfermedades del alma, el dolor de las heridas infringidas en nosotros en algún momento de la vida por otras personas; llevamos muchas veces traumas que no nos permiten reaccionar en la forma más adecuada; también tenemos complejos que impiden una vida feliz; culpabilidades que nos impiden tener un sueño tranquilo, son una pesada carga interior.

Jesús nos ofrece claramente Su ayuda Divina a todos los que estamos trabajados y cargados: "yo os haré descansar." Él es bueno y no nos condena. Ciertamente el ser humano es culpable de pecado, no lo podemos negar. Todos faltamos a la Ley de Dios de muchas maneras y en toda hora. Pero no sólo somos culpables, también somos víctimas de la maldad del mundo, del diablo y la debilidad de nuestra carne. ¿Qué nos ofrece Él?

1.- El perdón de nuestros pecados. Jesús murió por cada hombre y mujer pecadora en la cruz. Él pagó el precio de nuestro pecado y da la salvación a todo aquel que cree (Isaías 53:5)

2.- La sanidad del alma. Si confesamos todo aquello que nos agobia y lo entregamos a Él con fe, Jesús nos sana de toda herida hecha por el diablo en nuestra conciencia (Isaías 53:4)

Si usted ha estado en el campo, sabe lo que es una pareja o yunta de bueyes llevando el yugo sobre la cabeza y arrastrando una carga, carreta o arado. El Maestro utilizó esta imagen para enseñarnos el modo en que los cristianos debemos asumir los desafíos de la vida. Dice Él: "Llevad mi yugo sobre vosotros" Esto significa que compartimos, al igual que esa pareja de animales, su yugo o cruz con Él. ¡Qué maravillosa invitación! Imagínelo: usted es "yunta" de Él. Jesús es el Buey fuerte que nos acompaña en el diario vivir.

Yugo es algo que nos obliga a caminar mirando el sendero, también nos une a Otro que es el Señor Jesucristo. Nuestro yugo es puesto por Dios y está constituido por todo aquello que somos y es nuestra vida: las obligaciones diarias, la familia, la misión que Dios nos da, nuestras limitaciones y capacidades personales, las circunstancias de la vida que no podemos cambiar. Aceptar el yugo que Dios ha puesto sobre nosotros, es nuestra obligación.

El Señor no se detiene allí. Además nos enseña como llevar ese yugo. Nos dice: "...aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" Ser manso es aceptar la realidad sin oponerse, asumiendo que es Dios quien la permite. Obviamente hay aspectos negativos e injustos contra los cuales podemos luchar como cristianos, pero no al punto de porfiar contra la voluntad de Dios. La imagen de la oveja, animal manso y blando, es óptima para comprender el consejo de nuestro Pastor. Ser humilde es una cualidad cristiana básica. Lo contrario es el orgullo, que se opone al consejo del Señor. Mansedumbre y humildad son la clave para llevar el yugo o cruz de Cristo.

Este consejo de Jesús encierra una promesa: "hallaréis descanso para vuestras almas" Si recibo con mansedumbre y humildad la voluntad de Dios para mi vida y no me opongo a las circunstancias difíciles, tendré como resultado el reposo del alma, el descanso en Dios. En otras palabras, si tomamos una actitud de aceptación a la cruz diaria, ésta ya no será dolorosa ni difícil, y podremos decir como Él "porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Entrégale tu vida y Él te hará feliz.

PARA REFLEXIONAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué circunstancias difíciles he vivido y cómo las he superado?
2) ¿Qué papel juegan la oración y la lectura de la Biblia en mi vida?
3) ¿He confiado alguna vez mi vida a un tutor o padre espiritual?
4) Escriba una oración para que Dios le ayude a superar preocupaciones, enfermedades del alma y pecados.